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Un poco más sobre mí.

Gracias por llegar a esta página, que en realidad, es un poco secreta. Me alegra mucho el saber que quieras conocer las otras piezas que me conforman, al fin y al cabo, todos somos una amalgama de vivencias y sin esa riqueza es díficil definirnos.

Nunca tuve demasiado claro que quería ser de mayor; siempre me dieron envidia las personas con una vocación clarísima, pero por desgracia nunca fue mi caso. A mi me gustaban demasiadas cosas, todas las opciones parecían encajar conmigo. Al final estudié Bellas Artes, que en realidad era una extensión natural al interés que desde pequeña había tenido por los procesos creativos. El cuarto año me fui de Erasmus a Londres, ciudad a la que volvería una vez acabada la carrera y donde conocí a James, mi marido.

Allí trabajé en lugares privilegiados, al menos para personas a las que les interesa el arte. Primero en el gabinete de prensa de la Tate Modern, luego para Sotheby´s. Me fuí interesando por el ámbito de las relaciones culturales y, aun no se muy bien como, saqué una plaza para el Master de Relaciones Internacionales y Diplomacia que organiza el Ministerio de Asuntos Exteriores. No hace falta decir lo pez que estaba en ese master viniendo del mundo del arte, pero a fuerza de estudio, esfuerzo y superción me lo saqué con honores. Siempre estaré orgullosa de lo que conseguí ese año.

De ahí nos fuimos a Túnez un año, donde estuve trabajando para la embajada de España. Allí me desencanté del trabajo diplomático, pero disfruté de la vida cotidiana, de los viernes por la tarde, de los viajes… hasta que llegó el fatídico día: el comienzo de la primavera árabe, que vivímos en primerísima persona. Hace ya muchos años de aquello, pero lo llevo grabado como si fuera ayer. Y pensar que aún coletea me llena de tristeza.

De allí volvimos a Londres, donde trabajé en el British Council durante casi tres años gestoniando fondos de la Unión Europea para proyectos con gente joven. Me encantaba mi trabajo (excepto por su preciariedad), mis compañeros, nuestra vida en Tunbridge Wells. En realidad no me acuerdo si era todo tan bonito, o si lo veo ahora con gafa de color de rosa. Seguramente una mezcla de las dos. Pero igualmente, fueron buenos tiempos. Esa fue nuestra última parada antes de volver a Zaragoza, hace ya casí 8 años.

Ocho años. Se dice pronto. Pues casi son todos esos años los que llevo destilando foto a foto este camino mio. Ya no hay más tumbos, ahora, por fin, lo siento claro y alto dentro de mi. Que curioso, como volvemos a nuestros orígenes cuando podemos parar a escucharnos. Para mi ha sido volver a crear, y ahora, por fin, acepto esa necesidad mia sin condiciones, sin trabas, sin excusas y sin dar explicaciones.

Me siento muy afortunada por haber podido parar a buscar mi camino. No ha sido fácil. No solo por el trabajo interior que conlleva, sino por acallar los comentarios que te llegan del exterior.  Tu que no trabajas… tu que tienes tiempo… que bonito el dedicarte al arte… tu que te lo puedes permitir… ¿y no vas a buscar trabajo?…

Yo no me dedico al arte porque pueda o porque sea bonito (y si, la fotografía es un arte), lo hago por pura necesidad de supervivencia vital. Yo no soy fotógrafa por ser algo, yo soy fotógrafa porque es lo que me sale del corazón y es justo ahí desde donde puedo dar lo mejor de mi. Ahora mismo, nada más tiene sentido.

Gracias por llegar hasta aquí. Cuando quieras seguimos la conversación.